Cuando dieron las 20:30 horas, comenzó a verse una proyección de esa imagen circular, cambiante entre rostros, nubes, humo y neblina, un recuerdo de todos esos fantasmas interiores, que entre esa melodía lúgubre y oscura de Bass Communion revive muchos miedos olvidados y aumenta el suspenso en la espera a que la banda del señor Steven Wilson aparezca, reordenando a los mismos fantasmas que todos poseemos en la marcha de sus melodías, las mismas que nos dejó escuchar en su último disco The Raven That Refuse To Sing (And Other Stories) (2013) y que hoy trae a nuestro país, con un Teatro Caupolicán rebosante y silencioso.
Cuesta creer que después de lo vivido en Anthrax hace menos de 7 días, se pueda disfrutar de un concierto tan tenebroso y melancólico en el mismo lugar, con asientos dispuestos para recibir a los fanáticos que puntualmente se acomodaron y, en alguna medida, siguieron las instrucciones de la producción, al no sacar fotos con flash ni de grabar.
Y faltando un minuto para las 21:00, comienzan a aparecer los artistas de esta noche: uno a uno aparecen Nick Beggs, Guithie Govan, Adam Holzman, Theo Travis, Chad Wackerman (reemplazando a Marco Minnemann en esta parte de la gira), para finalmente entrar en escena Steven Wilson, con la sobriedad característica que todos conocemos; abre sus brazos ante una ovación, lo que marcaría el impetuoso inicio de “Luminol”, relatando las vivencias de ese músico ambulante, proyectado en el inmenso telón del Teatro. Con un sonido preciso y contundente, con un volumen sutil y poderoso a la vez, la banda da una clase de presencia instrumental, acompañado de una ejecución casi perfecta, que dejó a todos los asistentes perplejos, tal como lo hizo el año pasado en sus dos presentaciones. Una perfecta antesala para comunicarse con la concurrencia, donde Steven Wilson, en un español muy pulido, se dispuso a saludar a la gente con la frase “Siempre es maravilloso venir a esta ciudad … amo a mis fans chilenos”. Puede haber sonado condescendiente claro, pero la gente lo ama y eso es lo importante.
“Drive Home” continua, con el empoderamiento de la guitarra de Govan por sobre los demás, demostrando su sublime talento en un solo que dejó a todos con escalofríos, jugando con su emotividad y su velocidad. Guthie Govan complementa todo con una armonía en las transiciones que no tiene igual; nota por nota convierte en una realidad tangible lo que en el disco parece sobrenatural. Por su parte, la voz de Wilson se convierte en el complemento perfecto de las proyecciones, abriéndose paso en la completitud de la banda, que como se pudo apreciar, está afianzada como ninguna otra.
Luego de seguir con “The Pin Drop”, tema que demuestra la tristeza y la rabia que se ve reflejada en esta historia de resentimiento y dolor, con una interpretación de Wilson muy personal y sentida, el frontman realiza un cambio al bromear y saluda a la gente con mucha soltura, mucho más simpático de lo que se pudo ver el año anterior. “Occasionally I can write songs from minus 15 minutes long, (De vez en cuando puedo escribir canciones de menos de 15 minutos de duración)” explica Wilson antes de partir con “Postcard”, tema que nos lleva de vuelta a Grace for Drowning (2011) la cual, como era de esperar, emociona a todos los presentes con el teclado de Holzman en aquella melodía inicial y el silencio de la gente siendo cómplice de la melancolía inherente del tema.
En “The Holy Drinker” aparece el talento multi instrumental de Wilson, con un Fender Jazzbass Deluxe en sus manos y un Chapman Stick a cargo de Nick Beggs: el tema se desenvuelve dejando atrás la tristeza y dando paso al rock progresivo y psicodélico de la etiqueta de Wilson, con Theo Travis luciéndose entre el sonido cuadrafónico del teatro. Steven Wilson, como si nada, abandona la guitarra, el teclado, el bajo, el micrófono y vuelve a retomar cualquier instrumento como si fuesen parte de sus manos o proyecciones de estas; con una facilidad increíble se hace parte de sus temas y dirige los puntos de inflexión en cada situación: sin duda, un general de los generales presentes en su banda.
Con un pequeño solo de Holzman, mientras la banda se sienta en el piso del escenario, comienza “Deform to Form a Star”, repitiendo la conmovedora fórmula de los solos de Govan que llegan a la más pequeña fibra auditiva y que, en conjunto con la pasividad de la voz de Wilson, componen el tema más cautivante, aunque ya visto en el setlist de las anteriores presentaciones.
Lo anterior da paso a que, entre la oscuridad, aparezca el telón frontal del escenario, donde se proyecta la introducción más perturbadora e inmersiva de la noche, antecediendo a “The Watchmaker”, que detona nuevamente los sonidos y la noche se detiene dentro del sonido de este tema, ejemplo de una solidez impresionante, llena de detalles que es imposible describir entre estas líneas, todo esto acompañado de las proyecciones en el telón frontal y la banda siendo parte del fondo construido por este muro de imágenes y sensaciones, mezclándose entre los ambientes de la canción y la interpretación escénica de los músicos. Sin duda uno de los puntos más altos de la noche.
Luego de una presentación con una tétrica voz, al igual que en sus presentaciones pasadas en Chile, “Index” suena en un esquizofrénico ambiente creado por los movimientos de Wilson, donde se nota el placer sensorial que puede llegar a tener frente a una canción, disfrutada y cantada por la gente. “Insurgentes” sigue aumentando la experiencia audiovisual que a esas alturas se conformaba con cada espacio, sombras, humo y luces; todo trabajaba en un conjunto armónico y deforme a la vez, para generar una puesta en escena incluso tan valiosa como la calidad musical, ya que es este complemento lo que diferencia a Steven Wilson como solista de otros trabajos que incluso el mismo ha sido parte. Esto es lo que Wilson más ha intentado compenetrar dentro de sus deseos y se nota en cada segundo que presenciamos de show.
“Harmony Korine” comienza con la gente de pie disfrutando del lado más rockero de esta velada. Cada riff se posiciona entre nosotros, con el juego de proyecciones hablando y la guitarra de Wilson haciendo lo suyo. La increíble “No Part Of Me” y el rock progresivo más contundente, le da paso a “Raider II”, tema que nuevamente desata el dialogo entre Wilson y el público, pidiendo que, en virtud de la introducción tan sutil del tema, por favor respetaran y guardaran silencio, ante lo cual todos los asistentes, salvo dos enfermos mentales de la platea, quedaron atónitos disfrutando del silencio y el control escénico total que la banda imponía en ese momento. El control de la banda por parte de Wilson nuevamente queda demostrado, junto a la versatilidad instrumental con una naturalidad dramática.
“The Raven That Refuse To Sing”, es el tema definitorio de la gira, tanto por ser del disco del mismo nombre, como por traspasar el vértigo de las emociones acumuladas en toda la noche, volcando a todos hacia la emotividad de las relaciones, en una canción que sella este disco con la perfecta melodía, emocionando con la proyección del video oficial en el fondo y con la voz de Wilson aumentando el volumen en una claridad magistral. Realmente fue una clase de cómo se debe llegar a transmitir sentimientos en un concierto, comparable a lo que fue “Mother” en el pasado show de Roger Waters.
Luego de la despedida y en medio de un pequeño Encore, en el cual los asistentes tuvieron la capacidad de recuperarse frente a la avalancha de emotividad de la canción recién pasada, comienzan los vítores para apurar el regreso de la banda, la que finalmente se muestra mientras un fan le lanza una bandera a Wilson y este la intenta exhibir errando varias veces la posición correcta de esta. “We are very ignorant in Europe (somos muy ignorantes en Europa)”, fue la disculpa del frontman antes de anunciar un tema que proviene de sus “primeros trabajos solistas, pero que fueron lanzados bajo el nombre de Porcupine Tree”, demostrando una separación, al parecer des este humilde editor, intencional entre su actual camino y cualquier nexo hacia el nombre de la banda más prolífica del artista, hasta el momento. “Radioactive Toy”, de su álbum debut comienza el cierre de la jornada y de inmediato se puede ver el ánimo de la gente que añora desde hace mucho escuchar al menos un tema de Porcupine Tree, interpretando los coros y siguiendo los pasos de Steven Wilson sobre el escenario.
Así termina esta noche, en un aplauso interminable con la banda despidiéndose y saboreando el cariño de la gente que complementó cada laberinto creado por la mente maestra de Wilson y compañía. En relación a su show anterior, las comparaciones siempre se dan, pero el trabajo de Wackerman en la batería fue sólido a pesar de sus diferencias en algunos pasajes con el disco, demostrando que la energía de Minemman es su sello y no se puede reemplazar. Otro punto que quedó a la vista, es la incomodidad de Steven Wilson con su amplificador, lo que también afectó en cierta forma a Guthie Govan, con un sonido un poco tosco. Sin embargo el resumen global de la noche no deja ninguna queja, además de consolidar la esquiva relación entre Steven Wilson y nuestro país, lo que al parecer está cambiando, al exponer la increíble capacidad creativa de uno de los genios más importantes en la música mundial, referido a lo audiovisual o lo contemporáneo.
Como él mismo lo dijo en una entrevista ayer, el tender a controlar todo puede ser una maldición o un don, donde entran muchos factores a interactuar con sí mismo y termina todo por acabar en su visión como artista. Sin embargo, luego de presenciar este show inigualable, esperemos que ese estilo de trabajo no se agote y continúe llevando todo al nuevo nivel, donde de seguro él tendrá la primera línea para marcar.
Setlist Steven Wilson, 16 de mayo 2013, Teatro Caupolicán, Santiago de Chile:
- Luminol
- Drive Home
- The Pin Drop
- Postcard
- The Holy Drinker
- Deform To Form A Star
- The Watchmaker
- Index
- Insurgentes
- Harmony Korine
- No Part Of Me
- Raider II
- The Raven That Refused To Sing
- Radioactive Toy (cover Porcupine Tree)
Mann
18/05/2013 at 03:07
Muy buena reseña. Saludos desde México.
Claudio Hidalgo
20/05/2013 at 19:53
Excelente, muy buen concierto y buen trabajo gente.
Saludos
Christian Landaeta
26/05/2013 at 13:17
Muy completo y sentido “review” sobre un músico cuyo alto vuelo actual que no deja de sorprenderme si recordamos los días en que primero sonaba en radio Futuro Fm de Chile, a mediados de los años ’90, con sus hoy clásicos (aunque algo, casi olvidados) Radioactive Toy, Stars Die, Waiting y otros de su proyecto paralelo – No Man. Una gran fortuna ver a un músico y melómano que disfruta tanto de los clásicos de la vanguardia de ayer y siempre y a ratos tributa, como con su deleite tras las consolas y su espíritu audiófilo que eleva sus shows a la categoría de imperdibles, más allá de todo gusto musical personal. De seguro Wilson querrá volver a volar bajo los chilean skies a futuro. Creo que así lo esperan los viejos vanguardistas y la nueva generación de cultores del rock de avanzada que hace mucho desdibuja etiquetas rígidas como “progresivo”.