Tres años tuvieron que pasar para que Mr. Big entrara nuevamente a los estudios y diera a los seguidores de esta banda un respiro para acabar con la ansiedad que a veces es tan molesta, y que bien conforme había quedado con el trabajo hecho en What If… (2011).
“Gotta Love The Ride”, inicia todo, habiendo sido uno de los primeros cortes de esta placa y cumple más que bien su función de puntapié inicial y que se terminará convirtiendo en la canción más ágil de …The Stories We Could Tell, intensidad que se mantendrá durante “I Forget To Breath”.
“Fragile” trae consigo un sonido muy ochentero en su estructura, lo que será un innegable recuerdo a aquellos sonidos que vieron nacer a Mr. Big, pero será con “Satisfied” que comenzaremos a apreciar los juegos de voces característicos de la banda, mostrándose siempre como una propuesta sencilla, pero no por eso menos intensa.
Basta este avance del disco para empezar a concluir que es agradable notar que el grupo se siente como un todo cohesionado en el cual nadie sobrepasa al otro, aún cuando hay virtuosos en sus filas. Claramente están presentes los solos de Paul Gilbert, pero no son un derroche innecesario de talento, sino lo justo para mantener correctamente la marca de Mr. Big.
“The Man Who Has Everything” es la primera e infaltable balada rock a las cuales estan bien acostumbrados desde el inicio de los tiempos: con cuerdas al fondo, una guitarra acústica y un desempeño destacable de Eric Martin en la voz, muchos podrán terminar bastante relajados una vez escuchado este tema.
Otra de las muestras previas, “The Monster in Me”, a diferencia de muchos singles, con el paso del tiempo sigue sintiéndose como un tema muy entretenido y uno de los puntos altos de la placa, donde el bajo de Billy Sheehan y los cortados riffs de la guitarra de Gilbert rápidamente se quedan pegados en tu oído, y se suman al sonido característico de Mr. Big, pero actualizado a la dinámica de estos tiempos.
Con el tinte más clásico del Hard Rock, “What If We Where New?” se presenta sólida, intensa, marcada por la sensualidad inherente de los sonidos bluseros que siempre han sido parte de la banda, lo que contrasta con “East/West”, instalando una nueva pausa en el trabajo, pero que se vuelve un poco monótona al dilucidar que es simplemente la clásica fórmula que se repite una y otra vez.
“The Light of Day” retoma la energía a la que Mr. Big nos tiene acostumbrados, momento en el cual el bajo de Billy Sheehan hace un excelente trabajo para aumentar el peso del tema, pero sin saturarlo, para dar paso así a “Just Let Your Heart Decide”, dejando claro desde su nombre que nos encontraremos con un tono pausado electroacústico, con los tradicionales juegos de voces de la banda.
“It’s Always About That Girl” retoma los sonidos bluseros hechos propios por el rock, que rápidamente se vuelve otro de los destacables del disco, composición que se siente potente, inamovible y monolítica, un corte muy distinto a la venidera “Cinderella Smile”, situándose en un punto medio entre la calma y la energía, pero que a pesar del buen sonido de la misma, no termina de despegar.
“The Stories We Could Tell”, canción que le da nombre al disco, cierra la placa siendo la pista más oscura y enérgica, pero de tempo pausado que funciona muy bien para marcar su robustez, donde destaca aquel solo de Gilbert, apasionado e impetuoso a la vez.
Como resumen, Mr. Big lanza un disco correcto y sencillo, que no figurará dentro los mejores de la agrupación y se ubicará un pedestal más abajo de What If… (2009), álbum que desde el primer momento denotaba la energía que la banda había acumulado por años de silencio. Sin embargo se agradece que se haya privilegiado los sonidos intensos de la base blusera del Rock para construir un disco maduro, pero en el cual, hay que decirlo, se extraña el vértigo y la velocidad que siempre caracterizó a Mr. Big.
A continuación les dejamos el disco para que ustedes escuchen y emitan sus propias opiniones. Las esperamos.
PS: Al final de esta placa, viene un versión en vivo de “Addicted To That Rush” de la placa Mr.Big (1989) que si bien se agradece, deja en evidencia justo esa dosis de energía que a esta placa le hace falta.
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