Cuando a Dave Grohl se le pone algo entre ceja y ceja, no hay quién le haga cambiar de idea. Eso fue lo que sucedió con el octavo álbum de estudio de Foo Fighters, disco que fue vociferado por los cuatro vientos por la propia banda y por sus seguidores en todo el mundo. Si no fuera por las redes sociales, quizás nada de eso hubiese sido posible y nos estaríamos enfrentando a un trabajo que nace del anonimato y tras horas y horas de ensayo.
La innovación detrás de Sonic Highways no es más que ser un disco grabado en distintos estudios alrededor de EE.UU., algo caprichoso y aventurero que en un futuro puede que adquiera mayor valor, pero por ahora queda sólo como anécdota de grupo, ya que en el resultado final no se tradujo en algo musicalmente extraordinario o sobresaliente. A lo mejor, si no hubiesen creado tanta expectativa con lo que sería su nuevo trabajo, lo miraríamos con otros ojos y con mayor humildad.
Musicalmente hablando, el estilo que venía cultivando la banda luego de sus veinte años de carrera y tras el vuelco sonoro con Wasting Light, que significó un rock más sensato y en estado natural, su nuevo trabajo se instala en una dimensión paralela a pesar de tener ese sonido inconfundible de Foo Fighters. Sonic Highways es un intento por seguir la línea con respecto a su álbum precedente, ya que le faltaron ingredientes para que fuese un trabajo realmente excepcional.
La voz de Grohl se encarga de poner todo el groove gracias a su particular voz cruda y algo rasposa, con algunos pasajes más melódicos que de seguro en vivo se transformarán en fuertes gritos. Por otra parte, la batería de Taylor Hawkins se luce una vez más y nos entrega toda la energía necesaria para hacer que las canciones sean más rock (a ratos). Lamentablemente las cuerdas se quedaron atrás con respecto a esa tarea, se volvieron sutiles y muy suaves como para cargar de sonidos rudos el nuevo trabajo.
Al parecer eso es lo que buscaban, un sonido más pausado que se vinculara de alguna u otra forma a las corrientes limítrofes del rock, con guitarras más limpias y que no toman absoluto protagonismo, pero sí aportan riqueza a la melodía. Además podemos notar una línea que recorre el álbum, ya que todo comienza con “Something From Nothing”, el corte más potente del disco (y que fue el elegido para ser el videoclip promocional ), para ir bajando sus revoluciones a medida que avanza la lista, hasta llegar a la última canción, “I Am A River”, que llena de calma los ritmos y tiempos.
Uno de los puntos cúlmines del trabajo ocurre en “The Feast And The Famine”, segundo track, que viene cargado de sonidos distorsionados en guitarra, recordándonos la capacidad musical de la banda, con la gracia de poder pasar de lo frenético a la pausa en una misma canción. Además hay que decir que “What Did I Do/God As My Witness” nos recuerda lo que fue la tónica de The Colour And The Shape, un trabajo que por muy post-grunge que fuese, marcó la línea melódica que definiría al grupo, siendo emulada en el presente trabajo. No olvidemos que para este disco, la banda grabó una serie homónima de ocho capítulos que cuenta la historia que hay detrás de cada canción y el vínculo que existe entre la banda y la ciudad escogida para su grabación.
Al parecer es uno de esos discos que cada vez que los escuchas, más sonidos aparecen y aportan color a las canciones que a primera vista parecían planas y sin mucho por decir. Ahora bien, si eres de los que esperaba algo más fuerte y distorsionado, pues anda haciéndote la idea de que quizás este no sea tu disco favorito de Foo Fighters.
A favor de ellos, hay que agregar que son de esas bandas que en vivo suenan mucho más potente que en el estudio, ya que la interpretación de cada uno de sus integrantes, más la mesa de sonido, es fundamental para que todos los instrumentos suenen fuerte y claro, así que el show del próximo 15 de enero en nuestro Estadio Nacional será una buena forma de poner a prueba esta nueva placa.
A pesar de no ser uno de los mejores discos del año, merece ser escuchado y darle más de una oportunidad porque nunca hay que quedarse con la primera impresión. Sí, digamos las cosas como son: Sonic Highways no es un amor a primera vista, pero puede que te cautive por cansancio.
Cristian Valdés
04/12/2014 at 12:38
Personalmente creo que Wasting Light fue un hito brutal dentro de la carrera de los Fighters, por lo que superarlo es bastante difícil. Sonic Highways es un buen disco, pero concuerdo que no tan potente como el anterior y que a la primera deja varias dudas, no se si por cansancio, pero con el tiempo me gusta harto!
Buen review!!
Cristian
04/12/2014 at 15:27
Muy de acuerdo con todo. Me quedo con “Outside” como lo mejor del disco
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