Un cruce entre las artes concatenó en una metamorfosis arbitraria para iluminar a los oriundos de Umeå en el concepto de lo que es su última obra. Sin ser propiamente tal un trabajo conceptual, la inspiración vino del cuadro de Goya, “El Sueño De La Razón Produce Monstruos”, pintura que ahora encontró el soundtrack perfecto en la que se plasman los horrores que el pintor quiso expresar. ‘The Violent Sleep of Reason’ es el octavo álbum de los suecos y digno sucesor de su placa anterior ‘Koloss’(2012). Con estas consideraciones podemos decir desde ya, que nos enfrentamos a un disco imponente, finamente imaginado y creado hasta el último de los átomos de su frecuencia sonora.
Desde el inicio, de un modo no explícito y sin leyes de por medio, nos dejan claro lo que se avecina, y los fanáticos de Meshuggah lo conocen muy bien: riff demoledores y sincopados, baterías que trepan los sesos, te muelen el cráneo y una voz cercana a un demonio exigiendo su trono. Esta advertencia queda muy marcada en una característica que los músicos decidieron darle a este disco y que rara vez se encuentra en el medio musical: grabarlo en vivo. La pieza completa fue íntegramente registrada en directo, en palabras de su baterista Tomas Haake “sin arreglos y sin ediciones, lo que escuchas es lo que se tocó”. Esto le entrega una calidez única a la placa que a primera vista no logra apreciarse; es necesario oírlo un par de veces para poder diferenciarlo de otra producida como tal. Este es el tipo de obra que es necesaria escucharla de principio a fin, sin cortes ni navegar a través de las canciones sueltas, simplemente poner play y disfrutar la atmósfera que aporta este ejercicio.
El conteo de los platillos da el arranque a “Clockworks” y es una de las pocas aproximaciones que se tienen a lo largo del disco para apreciar la grabación en directo; es el tema más extenso, con una batería esquizofrénica y de ejecución perfecta que hace reflexionar si estamos escuchando a un humano o directamente una máquina. Le sigue “Born in Dissonance”, canción que fue el primer single que liberaron de este disco y tiene un sonido muy similar a su placa anterior.
“MonstroCity” es una de las composiciones destacables debido a su inusual riff más melódico, desmarcándose un poco de los cánones de Meshuggah. Asunto aparte es el demencial solo de guitarra cortesía de Fredrik Thordendal, el cual pareciera que fluyera con el tiempo en contra para que sus dedos logren hacerlo sonar: una clase magistral de tapping con una ejecución impecable. Con “By the Ton” el ambiente se vuelve más densa y oscura.
La canción que le da el nombre al álbum, “The Violent Sleep of Reason”, es otro de los puntos altos de esta entrega. Aplastante, pesada y agresiva, nos tienta a subir cada vez más el volumen del audio para escuchar esas notas que no solo pueden ser percibirlas a través de los oídos, sino que también dan la impresión de poder sentirlas con las manos; “Ivory Tower” sigue esta misma senda.
Otra canción que presenta un riff de impronta más melódica y nos libera de las sensaciones más densas de la placa es “Stifled”, la que por cierto finaliza en una sección muy atmosférica de acordes, dando paso al riff demoledor de “Nostrum”, tema que sigue con un pequeña intro de guitarras para dar paso a un coloso que termina por devorar la calidez de las notas entregadas anteriormente. La instrumentación parece obedecer al más demente de los directores musicales, haciendo contraste con el impecable solo de guitarra más jazzístico y la siempre imposible batería de Tomas Haake: si quieres conocer las capacidades de Meshuggah, esta pieza es absolutamente recomendada.
Todo avanza con los violentos acordes de “Our Rage Won’t Die” y se convierte en la antesala del remate, “Into Decay”, dueña de un distorsionadísimo y pesado riff que viene a cerrar este círculo de densidad, agresividad y oscuridad; eso sí, te deja con una sensación extraña, como sugiriendo que se vuelva a repetir el ciclo.
En conclusión, podríamos decir que ‘The Violent Sleep of Reason’ no es el disco más creativo e innovador de Meshuggah. Los suecos se apegaron a la fórmula que ha sido clave en el éxito de sus últimas entregas: canciones de un riff marcado, pesado y violento concatenado a baterías de técnicas y rítmicas imposibles cercanas a una ecuación matemática. Sin embargo, lograron una obra contundente si consideramos la conceptualización de la entrega y proceso creativo, al tomar como referente la obra de un artista plástico y plasmarlo en el álbum. Esto es algo que nunca habían experimentado y menos aún viniendo de un mundo tan diferente al musical como lo es el de la pintura.
Y dejemos algo claro: no es un álbum fácil de digerir. Los músicos mantienen sus técnicas instrumentales demenciales, elevando el disco a niveles técnicos de gruesa complejidad para entregarnos canciones de alta elaboración, densas y pesadas, algo que todos los fanáticos esperan.
Juan Pablo
18/10/2016 at 22:20
la-zo-rra-!!