Fueron dos años de espera desde su antecesor y aclamado ‘The Similitude of a Dream’ (2016), y este 2019, The Neal Morse Band nos sorprende una vez más con una réplica casi exacta al anterior, en cuanto a forma y presentación, pero con un contenido más oscuro y complejo, lo que se ve amplificado por su estructura dividida en dos actos y cinco capítulos.
En disco 1 de la placa, que contiene los capítulos 1 al 3, los primeros diez minutos corresponden a una obertura instrumental, una construcción robusta y vertiginosa, un verdadero tren de ideas, frases y ritmos, donde aún se asoman riffs y melodías del disco anterior, haciendo coherente este nuevo relato. La tensa e inquietante “The Dream Isn’t Over” nos conduce al fin de este corto, pero intenso primer capítulo donde Neal Morse, de forma magistral, nos mantiene atrapados y aún anclados a estructuras del disco anterior.
El segundo capítulo inicia con “Momentary Change” y “Dark Melody”, donde está última se transforma en un tema clave y uno de los puntos más altos del disco. Aquí aparecen todos los recursos del Prog Rock, grandes solos de sintetizador a cargo de Bill Hubauer, las métricas raras y complicadas de Mike Portnoy y los primeros solos del virtuoso guitarrista Eric Gillette.
Destacable es el caso de “To The River”, momento absolutamente sobrecogedor y cargado de misticismo gracias a un gran coro de iglesia y un teclado colosal. En resumen, podríamos decir que este capítulo es la plataforma armónica y melódica del disco, donde se presentan y desarrollan los principales motivos musicales y quizás lo más interesante de la obra en general.
El tercer capítulo es mucho más digerible, aquí se dan tiempo de mostrar todas sus influencias, algunas muy cercanas y obvias como lo es Transatlantic y otras más clásicas como, Kansas y Yes en lo progresivo, Crosby, Stills, Nash & Young en las armonías vocales y Pink Floyd en lo espacial. Transformándose a si en una especie de intermedio bastante necesario.
El acto 2, inicia el capítulo 4 con “Overture 2”, breve pero potente pieza progresiva, seguida de “The Dream Continues” que nos lleva de un suave, pero elegante pop a “Fighting With Destiny”, que posee uno de los riffs más claros y definidos del disco, incluso llegando a ocupar una guitarra de siete cuerdas, convirtiéndose así en el momento más intenso y metalero del disco. “Vanity Fair”, uno de los singles del disco, nos conduce de forma más pop y comercial, al emotivo capítulo final. Nuevamente suena el tema “Welcome to the World”, pero esta vez con un giro más oscuro y tétrico para dar paso a un nuevo momento de virtuosismo instrumental con el corte “Child of Wonder”.
El final es sin duda épico y grandioso. “A Love That Never Dies” da paso al esperado y tardío solo de batería del gran Mike Portnoy, que genialmente nos conecta con este gran último pasaje musical, que una vez más nos traslada a los primeros acordes de ‘The Similitude of a Dream’, dejándonos claro y de forma magnífica el correlato y la conexión absoluta que tiene ‘The Great Adventure’ con aquel trabajo.
Con los últimos acordes, Morse, como el magnífico manipulador de emociones que es, ya nos hace sentir nostalgia de esta gran obra maestra que, en contra de todos los presagios, se convierte en uno de los mejores discos de rock progresivo de los últimos años.