Uno de los regalos que Bowie nos tenía preparado desde el año pasado se llama Blackstar (2016), un disco que fue lanzado justo para su cumpleaños número 69 y dos días antes de su lamentable muerte. Tras llevar más de un mes al aire y aún con el dolor en el corazón por su partida, es momento de hacer una merecida reseña a este trabajo que más allá de ser un disco, es una elegía musicalizada.
El primer track es el encargado de dar nombre al disco y ser la segunda canción más extensa de su discografía, con un videoclip que tiene elementos cinematográficos dramáticos bajo la producción de la ya mítica pareja Bowie – Visconti. Una de las particularidades que posee este tema es poder ver a David siendo él mismo, dejando atrás esos días en que jugaba con sus diversos alter egos, es por eso quizás que esta placa carga con una atmósfera oscura e intrigante, porque no siempre pudimos acceder a él sin la barrera de la personificación de “terceros”.
Luego llega “Tis a Pity She Was a Whore”, un corte que tiene sus inicios en el 2014 y que claramente sufrió cambios y adaptaciones en su versión actual, porque Bowie ya no era el mismo que hace dos años y advirtió que ya no necesitaba tanta parafernalia, sólo bastaba con su madura voz llena de sabiduría que seguía con ganas de mantenerse en juego. Un sonido experimental se toma los momentos en que su voz da espacio a la instrumentalidad, con los vientos como protagonistas y dando cuenta de su genialidad musical.
“Lazarus” es sensualmente oscura y capaz de convertir la emocionalidad ligada a la muerte en un sentimiento de absoluta libertad, como si el renacer fuese parte de algo cotidiano. En sus seis minutos de duración es un tema que te llena el alma pero que no te alcanza a soltar, sin embargo, es muy breve para tan complejo tópico, como si hubiesen quedado cosas por decir, cantar, escribir o mostrar (en su video).
La cuarta canción es para “Sue (Or In a Season of Crime)”, que también nació en el 2014, y es la más cargada al rock del todo el álbum, con un in crescendo de riffs en guitarras, algunos matices de jazz en la batería y la voz camaleónica de Bowie que sabe cómo transformarse y adaptarse a estilos que incluso ni siquiera existen como tal. Esta es una verdadera joya dentro de la totalidad del disco, y de su discografía, por ser una muestra del potencial de su talento.
En “Girl Loves Me”, logra armonías con su misma voz junto al ritmo de la batería, formando un conjunto sonoro que nos recuerda al Bowie que descubrió en la música electrónica una nueva veta por explorar, llamándole la atención hasta el final de sus días, al ser experimental e inconcluso su aporte a la conjugación de ella con otros géneros musicales.
La calma llega de la mano de “Dollar Days”, con reminiscencias del jazz en el saxo y una letra que transmite agobio y desespero, siendo una de las composiciones que más sombra produce debido a la constante descripción de sufrimiento. Es uno de los temas más crípticos del disco, con esa sensación de que detrás hay todo un mundo por descifrar.
Por último, a modo de despedida tenemos a “I Can’t Give Everything Away”, la que se corona como el clímax de la empatía, porque se cree que es una canción dedicada a toda su fanaticada, una especie de acto de amor puro por parte de él. Se caracteriza por sostener un estado de armonía total en su interpretación, incluyendo un solo de guitarra que acompaña el coro y un remate que va decayendo poco a poco hasta que su volumen llega al silencio.
Un sólido final para un gran disco, que más allá de ser el último destello que David Bowie nos dejó en vida, se transforma en un ejemplo a seguir, por ser capaz de tener la absoluta certeza y consciencia de que su muerte era inminente y que algo bueno debía sacar de ello, como también lo hizo con otros difíciles momentos en su vida.
La discografía de Bowie es bastante biográfica, pudiendo relacionar sus más importantes sucesos con discos e incluso canciones específicas, y Blackstar es su más sincero y crudo trabajo a la vez, porque no ha de ser fácil enfrentarse de esta forma tan gráfica y descriptiva a la etapa última de nuestras vidas.
A pesar de ser un álbum de corta duración, lo catalogamos como intenso y enigmático: no todo está dicho en él y puede ser sujeto de futuras interpretaciones, ya sea por su detallada lírica, sus arreglos instrumentales, la fecha de su lanzamiento, el coincidente fallecimiento de Bowie, los videoclips que se preocupó por hacer y, por qué no, su huella en el mundo, porque si hay algo que nos enseñó, es que no todo está hecho y hay que apostar por lo nuevo, por la nueva música.
Andres Lemus
16/02/2016 at 16:20
Su muerte y como se convirtió en la obra maestra final del duque blanco.
Marcelo Andres Moya Verdejo
17/02/2016 at 08:26
Fantástico !!! su despedida de este ´planeta