Tras otro par de cambios en su formación, pero siempre con Andrew Stockdale a la cabeza, Wolfmother vuelve con el cuarto LP de su carrera. A primera vista, Victorious se distingue de su anterior producción (New Crown, 2014) como un disco más melódico y menos pretencioso, los que hacen oír una banda más auténtica con riff marcados y la guitarra siempre como protagonista.
El disco parte con “The Love That You Give” que de inmediato muestra el sello stoner de la agrupación, con acordes pegajosos invitando a escuchar más de este Victorious; todo decorado con la voz nasal y algo desafinada de Stockdale, la que a ratos evoca a Jack White y Cedric Bixler-Zavala.
A continuación, con una guitarra sonando como claro tributo a Black Sabbath y justificando su posición como primer single, viene la canción que le da nombre al disco; un tema enérgico y radial, muy similar a lo visto anteriormente con sencillos como “Dimension” ó “California Queen”. Tranquilizando los aires aparece “Baronness”, que tiene un toque más relajado y a ratos acústico pero que no alcanza a encantar antes de llegar a su fin.
Luego “Pretty Peggy”, con un principio musical y vocalmente a lo Bob Dylan, explora los terrenos de la canción de estadio sin conseguirlo; es un intento por acercarse a una corriente más melódica que a la larga no tiene mucho sentido ni éxito.
El punto más rescatable del disco comienza con “City Lights” que parte con una intro bien ganchera que a la larga no defrauda. Pareciera que rápidamente Wolfmother se da cuenta que lo suyo son las guitarras a volumen 11 porque luego “The Simple Life” muestra todo el potencial de la banda mezclando sus influencias y sacando lo mejor de su repertorio creativo.
“Best Of A Bad Situation” es un más tema acústico pero que sigue con la coherencia rockera del disco; volviendo a las guitarras eléctricas y entregando un poco de psicodelia aparece “Gypsy Caravan”. “Happy Face” vuelve a rescatar a Sabbath no tan solo en los riffs sino también en las armonías. Y para terminar, “Eye Of The Beholder” es una canción con un ritmo bien marcado donde nuevamente la influencia de Tony Iommi se hace evidente.
Con tan sólo 35 minutos de duración, Victorious termina siendo un disco demasiado corto que además recuerda en exceso a otras bandas clásicas, donde no tan solo nos quedamos con la inspiración sino que da la impresión de que cada vez que se acaban las ideas Wolfmother invoca al recurso Zeppelin/Sabbath. Punto aparte es el sonido setentero, obsoleto para estos tiempos sobre todo en las voces y la mezcla.
De todas formas, queda claro que la banda no debe abandonar las guitarras potentes que son lo que sostienen su existencia; cuando tratan de abarcar otros estilos más acústicos o experimentales demuestran rápidamente que se diluyen en el intento. Ojalá en su próximo disco veamos esta veta más pulida, pero con más de 10 años de carrera es difícil esperar un cambio cuando todas las decisiones siguen pasando sólo por la cabeza de su frontman y único miembro estable, Andrew Stockdale.