El primer LP de Kansas desde el año 2000, así es. La emblemática banda norteamericana lanzó este año un nuevo registro de estudio marcando el periodo más largo entre discos en la historia del conjunto. ‘The Prelude Implicit’ se convierte en el tercer álbum sin miembros originales –‘Vinyl Confessions’ (1982) y ‘Drastic Measures’ (1983) son los otros- y en esta ocasión la carismática e icónica voz de Steve Walsh es la que no aparecerá. Si bien siempre es difícil acostumbrarse a los cambios de alineación en nuestros grupos favoritos, y sin perder el respeto frente a los miembros que ausentes en los nuevos trabajos, a veces los resultados son mejores de lo que esperamos y en esta oportunidad la calidad no se ha visto mermada ya que la elección de Ronnie Platt fue un verdadero acierto del que hablaremos más adelante.
El disco comienza de manera imponente con una candencia de batería y un piano emotivo mezclados en una solemne introducción; la voz de Platt se hace presente mostrando una compatibilidad increíble (aunque no calcada) a los trabajos de Walsh, y entrega esa nota de tranquilidad cuando percibes que el elemento faltante fue perfectamente reemplazado, aprovechando nuevas características que añaden autenticidad a lo que ahora se intenta exponer. El avance de esta primera pieza titulada “With This Heart” con solos de violín incluidos trae la remembranza de uno de los baluartes en la discografía de la banda ya que fácilmente podría ser una canción que quedó fuera de ‘Point Of Know Return’ (1977).
“Visibility Zero” retoma los tintes progresivos en su base rítmica, con un Groove central pegajoso y una propuesta más rockera logra encantar con sus pasajes instrumentales y juegos de guitarras duales. La pseudo balada “The Unsung Heroes” y “Refugee” llegan a calmar un poco los ánimos en esta primera parte; la segunda es una pieza acústica que incluso carece de percusiones y aprovecha el lado melódico, sobre todo con los arpegios de guitarra mezclados a la perfección con las líricas; todo esto consigue contrastar con la dinámica “Rhythm In The Spirit”, que comienza de forma agresiva y se va tornando cada vez en algo más popera, sin embargo retoma energía con sonidos que Kansas ha trabajado muy bien durante su existencia, fundamental para el rock sinfónico. Llama mucho la atención la batería Phil Ehart a ratos impregnada de una desmesurada potencia.
La canción más extensa del álbum es “The Voyage of Eight Eighteen”: con poco más de ocho minutos y un violín protagonista desde el inicio, se muestra a sí misma como protagonista, un pasaje central sin voces lleno de virtuosismo mezclando teclado y guitarras heredando toques que hacen imposible no recordar joyas como “Icarus (Borne On Wings Of Steel)” o “It’s You” del disco Masque (1975).
“Camouflage” y la animosa “Summer”, se complementan naturalmente mostrando que a pesar de los años Kansas no ha perdido su esencia, con ese progresivo menos denso que otras bandas insignes, pero que mantiene la calidad instrumental a cargo de los integrantes actuales con pasajes que te dejan boquiabierto contrastando elementos pesados y melódicos. Los últimos diez minutos son un claro ejemplo de esto último: “Crowded Isolation” baja su intensidad solamente en los coros porque el avance es absolutamente diferente, casi demoledor, muy oscuro y que al terminar se complementa excelentemente con “Section 60”, una impresionante pieza llena de emotividad para el final, que con una solemnidad única (vista hasta ahora sólo en la primera canción del disco) logra sonar casi como una despedida. Un broche de oro perfecto para un retorno magnífico.
Kansas le hace honor a su legado con ‘The Prelude Implicit’, demostrando que la acumulación de experiencia cuando hay inspiración y talento es sinónimo discos que sobresalen en calidad, dejando claro que a pesar de los años siguen existiendo ideas frescas. Kansas siempre fue más que una agrupación de hits radiales y este año quedó más que en evidencia sorteando la mejor de las pruebas.