La fría noche capitalina dio la bienvenida al sexteto oriundo de Liverpool en lo que prometía ser una inolvidable presentación en el marco de la difusión de su último disco ‘The Optimist’. El escenario era perfecto para una noche de ensoñación, melancolía pero no por eso menos rock; las expectativas eran muy altas y la efervescencia entre la audiencia casi se podía palpar, ya que Anathema es una banda de la casa que conoce muy bien los escenarios nacionales, y su fanaticada se hacía entender en cada alarido que clamaba por la llegada de los músicos.
Pasada levemente las 21:00 horas y sin necesidad de algún telonero que entrara a precalentar el ambiente, la agrupación hizo ingreso al escenario frente a la impaciente audiencia y da inicio a su esperada presentación con “Untouchable Part I & II”, con un público que sabía exactamente por lo que venía y estaba completamente entregado a priori a Vincent Cavanagh y compañía. Imposible no destacar el ingreso de Daniel Cavanagh con una polera de la bandera chilena con su nombre en la espalda, igual que lo haría el resto de la agrupación hacia el final de la velada.
Si bien es cierto que la presentación contó con algunos problemas técnicos de sonido en la guitarra de Daniel Cavanagh, que podrían haber aguado la presentación, no fue ningún impedimento para que el público acompañara y disfrutara en cada canción como si fuera la última de la noche. La energía que desplegó al ejecutar cada interpretación y la cercanía que mostró con el público hizo que el sentimiento de fraternidad con los asistentes fuera recíproco, y la banda se mostró en todo momento muy agradecida y conectada con la audiencia, por lo que a pedido de Anathema Chile y dirigiéndose siempre en español interpretaron “Storm Before The Calm” y “Beginning And The End”.
Con un repertorio variado y contundente, haciendo un recorrido por todas las épocas de la agrupación, podemos aventurarnos a decir que la audiencia se fue bastante satisfecha al repasar las agónicas e insuperables “Flying”, “Lost Control” y “Destiny”, y clásicos incombustibles como “Deep” y “Fragile Dreams”, esta última encargada de cerrar la jornada, en versiones que tienen el nuevo registro sonoro de la banda y no tienen necesidad de saturar los amplificadores como en sus primeras versiones, para sacar el mejor provecho a la acústica del Teatro Coliseo e invocar la energía de la concurrencia quienes las acompañaron con una buena dosis de saltos y palmas.
Por otro lado, se agradece que el material más nuevo como “Distant Satellites” tuviera una potencia envidiable gracias al apoyo extra en la percusión donde incluso Vincent hizo su aporte; y, por supuesto, las canciones más frescas como “Springfield” fueron más que bien recibidas y coreadas por la fanaticada local.
Después de una maratónica jornada de casi 3 horas, la devota audiencia se mostró absolutamente satisfecha, agradecida y sonriente, y por su parte la agrupación británica se vio más que agradecida con sus fans, lo que se pudo comprobar en una larga despedida sobre el escenario en la que celebraron bebiendo cervezas, jugando con las luces y entregando el setlist a ciertos elegidos.
Cuando el público y la banda logran conectarse y ser cómplices en el desarrollo de un concierto, la banda responde interpretando cada canción con una intensidad y cariño que pocas veces tenemos la fortuna de presenciar sobre nuestros escenarios y, por su parte, la concurrencia replica con cantos y vítores hasta que el último integrante hace abandono del escenario. Es por ese círculo virtuoso que Anathema en Chile siempre juega de local.