Nuevamente el Movistar Arena se tiñó de negro para acoger a más de 15.000 personas en el marco de una nueva versión del (a estas alturas) esperado Santiago Gets Louder. Un festival que comenzó el 2015 y en esta tercera ocasión, esta vez en conjunto con Solid Rock, seleccionó para los cabeza de cartel dos emblemas del Grunge y el Heavy Metal: Alice In Chains y Judas Priest, respectivamente.
Sin embargo, mucho antes de que esos dos titanes pisaran el escenario, la organización había preparado cuatro shows que planeaban amenizar la espera al son de buenas dosis de Hard Rock, Thrash y Death Metal.
La previa
Los encargados de abrir la jornada fueron los nacionales de Temple Agents, banda formada el 2009 en Santiago y dueños de un Hard Rock potente y solido en su ejecución. Los pocos asistentes a esa hora supieron respetar la propuesta y se encargaron de ambientar de la mejor manera posible el siempre difícil show de apertura.
Al igual que el año pasado, el cierre de los shows fue un problema, debido a que el término de uno y el inicio del siguiente están programados prácticamente a la misma hora, y el tramo entre un escenario y otro toma el tiempo necesario para perderse el inicio de cada banda. Sin embargo, la peor coordinación sucedió en el horario mezclado de Black Stars Riders y Recrucide. Los primeros comenzaron justo cuando terminaban Temple Agents, entregando riff pegajosos y coreables en su primera presentación en nuestro país (ante un cuarto de Movistar Arena). Sorprendieron con un setlist cargado al disco All Hell Breaks Loose (2013) e incluso “Jailbreak” y “The Boys Are Back in Town”, covers de Thin Lizzy, banda a la que perteneció Robbie Crane, actual guitarrista de la agrupación. Pero, para ver el show completo de Recrucide debías sacrificar media hora de Black Star Riders, lo cual es una lástima ya que ambas bandas merecen respeto y una justa asistencia.
Los nacionales de Recrucide tenían a cuestas satisfacer el apetito por música más brutal de la asistencia y lo lograron con creces. Tuvieron el privilegio de ser la primera banda en invocar moshs espontáneos gracias a la gran recepción del su fiel público coterráneo. Los guturales y los riff fueron los aderezos perfectos para dejar el escenario con una vibra metalera que tuvo el lujo de ver a uno de los emblemas del Thrash en nuestro país: Criminal, liderados por Anton Reisenegger nos trajeron verdaderos himnos como “Slave Master”, “Rise and Fall” e “Hijos de la miseria”.
Sin dudas, una antesala de nivel para los platos fuertes de la jornada.
Alice in Chains: La nostalgia del lado más oscuro del Grunge
Banda de cabecera de los fanáticos del grunge -y de muchos de aquellos que crecieron en los noventa- el retorno de Alice in Chains fue uno de los shows más esperados por los asistentes del Santiago Gets Louder. Con un cancionero lleno de nostalgia lograron emocionar al público que coreaba cada una de las canciones del setlist. El demoledor comienzo con “Check My Brain”, “Again”, y “Neverfade” creaban verdaderas ondas sonoras que se transformaron en el movimiento del cúmulo de personas a esa hora en el sector cancha.
Jerry Cantrell, líder indiscutido de la agrupación oriunda de Seattle disfrutaba en cada uno de sus solos y acompañaba en las segundas voces con maestría. “Down in a Hole” y “No Excuses” fueron algunas de las más coreadas, marcando uno de los puntos altos de la jornada en esta última desde el inicio característico de percusiones perfectamente ejecutado por Sean Kinney. El carisma de parte de William DuVall, y su voz que encaja perfecto con la propuesta de la agrupación, es una combinación ganadora considerando que tuvo que llegar a ocupar el puesto de un ídolo como Layne Staley; una tarea no menor. Como siempre, lo mejor para el final: “Would?” y “Rooster” pusieron el broche de oro a una presentación que rayó en la perfección y trajo a la palestra un género que en nuestro país mueve masas, algo que quedó comprobado en la jornada de anoche.
Judas Priest: la innegable vigencia del Metal God
Después de semejante presentación, tuvimos solamente una hora para descansar las piernas y el cuello, quizás hidratarnos un poco mientras raudamente preparaban el escenario para lo que vendría ahora.
Justo a las 21:45 Hrs, comenzaron a sonar los acordes de “War Pigs”, propiedad de Black Sabbath; de forma automática los poco más de 15.000 asistentes corearon dicha canción, hasta que el telón bajó y comenzaron los atronadores acordes de “Firepower”, homónima del último disco que propició esta nueva visita de Judas Priest. Increíblemente esta primera canción fue disfrutada como si fuera un clásico, lujo que pocas bandas pueden darse.
Rob Halford con el carisma que lo caracteriza y siempre muy agradecido del público, mantiene su voz impecable a sus 67 años y logra llegar a las notas y texturas que lo caracterizaron en el pasado sin ningún problema. Esto ayuda a que la banda suene siempre fresca en vivo, aunque toquen canciones que lanzaron hace más de 30 o 40 años. Tal fue el caso de “Grinder” del clásico y poderoso British Steel (1980) (que aparecería también en el climax del concierto) con el público desatado en euforia que coreó cada fragmento haciendo que el recinto se viniera abajo.
La actual alineación incluye a un baterista histórico a estas alturas como Scott Travis, al fundador inmutable Ian Hill en bajo y en guitarras a Richie Faulkner y Andy Sneap con la difícil tarea de suplir a los icónicos K. K. Downing y Glenn Tipton.
A paso destructivo el embate continuaba con cortes calados: “The Ripper”, “Sinner” y “Turbo Lover” sin descanso, solo tras solo, pocas interacciones hacían todo muy dinámico y agotador, pero no importó nada, mosh pits gigantes a ambos costados del escenario, cánticos desde el público y una banda sonando como cañón, el Movistar Arena transformado en una fiesta, un culto a un género que se niega a morir gracias a las leyendas que aún quedan en la tierra. “Painkiller” llegaba luego a cerrar la primera parte del concierto. Calma que se vio interrumpida por el inicio del encore: “The Hellion” y el tridente infalible de su sucesora natural “Electric Eye”, “Breaking the Law” y “Living After Midnight” ejecutadas magistralmente cuando ya no quedaba un cuello sano en el público; Judas Priest y Rob Halford enaltecen sus leyendas gracias a sus presentaciones impecables y la capacidad de aún sacar discos de calidad, estandartes de un género que se niega a morir, tremendos.
Una vez más, Santiago Gets Louder cumple su objetivo y nos deja un evento de calidad sobresaliente, quizás los horarios de las bandas sea un tema a revisar, pero al final del día todos los asistentes salen felices, y como no hacerlo, si lo que se vivió anoche fue una fiesta y una oda a la música que gracias a sus protagonistas pueden seguir dándole vida a esos estilos rezagados hoy en día, pero que claramente se niegan a desaparecer.
No olvides revisar nuestra galería del festival, con fotos por Julio Celis.