Pale Communion (2014), el más reciente Long Play de Opeth está a la vuelta de la esquina, y aun faltando poco menos de un mes para su lanzamiento este 26 de agosto, ya ronda en algunas páginas y trackers de la web.
A casi 3 años del polémico Heritage (2011), disco que se desmarcó completamente del sello metalero de la banda (quizá más aun que el recordado Damnation allá en el 2003), y que transportó su estilo al más setentero de los rock progresivos, nos llega este disco tildado por el mismo Mikael Äkerfeldt como “uno de los trabajos más completos de su carrera”, y que trae consigo las ilusiones de la dividida fanaticada de la agrupación; tanto de los metaleros, que ansían el regreso del característico peso de la banda, y de los progresivos, que esperan más intromisión en los experimentos que Heritage esbozó llevar a cabo.
La placa comienza con una cálida “Eternal Rains Will Come”, canción de 6 minutos y medio que nos pasea sin pausa por melodías de un progresivo de tomo y lomo, acompañadas del clásico teclado Hammond que Heritage ya habría pincelado anteriormente, y nuevamente una muy meticulosa y trabajada pista de batería a cargo de Martin Axenrot, quién ha mostrado un exponencial desarrollo técnico y musical desde su arribo para Watershed (2008). Destacan también los atingentes arreglos vocales que acompañan la limpia voz de Äkerfeldt en esta canción, que junto con el componente lírico contribuyen a forjar un agradable ambiente ceremonioso que perdura a pesar del constante cambio de ritmo que ésta ofrece.
“Cusp of Eternity” es la segunda entrega del disco, y nos lleva a una atmósfera un tanto más tétrica. Acá volvemos a una estructura más tradicional en donde un rockero riff de guitarra tomará las riendas para dar vida a los 5 minutos y medio que dura esta canción, retocada con lúgubres arreglos corales y sólidos acompañamientos musicales de la base rítmica como de los teclados. Es un tema bien logrado que si bien a ratos puede sonarnos un poco plano, encarna un buen puente de unión para la siguiente pista.
“Moon Above, Sun Below” es la tercera canción y uno de los platos fuertes del álbum. Casi 11 minutos de buen progresivo que nos señalan que “Eternal Rains Will Come” era sólo el aperitivo de esta nueva entrega. Resalta particularmente el dinámico trabajo vocal de Mikael Äkerfeldt a lo largo de la pista, explotando tanto sus matices enérgicos y de calma sobre una correcta atmósfera instrumental rica en elementos folk que a ratos nos pudiese recordar la gran “Famine” de la placa anterior. Ya podemos evidenciar la evolución vocal a la que hemos visto a Mikael tantas veces referirse en los medios, y que ansía perfeccionar.
La primera balada del álbum llega con “Elysian Woes”. La suave entrega vocal y los clásicos acordes desenchufados a los que Opeth nos tiene acostumbrados hacen de esta canción la primera gran pausa del disco, que a pesar de cumplir exitosamente dicha tarea, a ratos puede parecernos más una introducción que una canción por sí sola.
“Goblin” es el tema instrumental que Opeth nunca había hecho. Ha habido de todos los tintes: De apertura, de cierre o de interludio, como “Ending Credits”, “Hours of Wealth”, “For Absent Friend”, “Requiem”, “Patterns In The Ivy”, y la lista sigue, sin embargo, había un objetivo común de fondo, que era la ambientación, el crear una atmósfera. En este contexto podemos decir que “Goblin” es la primera canción instrumental que Opeth compone con el virtuosismo setentero por sobre el resto de los objetivos. Y gracias a 4 minutos y medio de melodías bien logradas, progresiones más que atingentes, una mezcla exquisita y un final sin espacios a la interpretación, logran con éxito sus pretenciones, consolidando a este tema como uno de los puntos altos del disco.
A continuación nos llueve la tradicional sobriedad de los arpeggios de esta banda. “River” nos ofrece una deliciosa introducción entre suaves amalgamas de voz y guitarra, para luego evolucionar a un ágil fragmento que contiene la esencia que nos han mostrado hasta ahora los primeros nombres del álbum, y algunos elementos del pasado Heritage. “Voice of Treason”, la canción que le sigue, continúa en la misma línea pero bajo el alero de una ambiente más lóbrego y oscuro, para terminar en las notas con que empezaría el último tema del disco.
“Faith In Others” cierra el telón a lo nuevo de Opeth, y “melancolía” está escrita sobre cada nota de esta canción. Arreglos de cuerdas y vientos orquestales dan paso a un solemne patrón de batería para armar el ánimo con que Mikael Äkerfeldt comenzará a rasgar sufridos versos. Un sutil crescendo y quiebres con guitarras limpias terminan de dar forma a al tema para finalmente cerrar con fantasmagóricas vocalizaciones entremedio de los mismos acordes que nos presentaron el tema.
De esta forma culmina el nuevo trabajo de Opeth, Pale Communion, dejándonos con mucho para el análisis. Sin duda alguna, esta placa es un paso adelante en el sendero que empezó a transitar Heritage, con una idea mucho más madura respecto al sonido que estos suecos quieren lograr. Es imposible no destacar la impecable labor de Axenrot en los tambores, quien recordemos que tras un pasado de Death Metal y similares llegó a Opeth para continuar en esa línea, y de pronto se vio envuelto en los grandes giros musicales que Äkerfeldt y compañía tenían planeados para la banda. En ese escenario, “Axe” ha crecido notablemente en lo musical y si en el disco anterior ya había dado atisbos de gran virtuosismo en este setentero estilo progresivo, Pale Communion asoma como la consolidación de este crecimiento, tanto para él como también para la banda.
En síntesis, Pale Communion es el regalo perfecto para aquellos que recibieron gratamente a Heritage y esperaban un desempeño más avezado del grupo en esta nueva tendencia de su aventura musical. Por razones obvias, también es razón de decepción para los metaleros que esperaban el regreso de los riffs pesados y el reconocido growling de Mikael más que otra cosa, pero era una empresa ardua considerando que tanto en conciertos como en algunas entrevistas él mismo ya habría señalado el alejamiento de esta técnica para poder desarrollarse mejor como cantante (y porque ahora tampoco le sale muy bien que digamos). Abstrayéndonos de cualquier tendencia musical, Pale Communion es un disco excepcional tanto en lo musical como en la mezcla (gracias de nuevo al señor Steven Wilson), pero será labor de cada uno determinar si caerá dentro de las joyas de la banda, o si pasará de largo sin mayor entusiasmo de los fanáticos.
Y tú, estimado lector, ¿en cuál grupo te consideras?
Juan Eduardo Núñez S
06/08/2014 at 17:43
El el lado de los que aprecia como crece una banda y va tomando distintas influencias para cambiar su sonido y no ser una banda monotematica como muchas que hay en el metal. Opeth ya no es un simbolo de growlings y death metal, si no mas bien una banda con un sonido mas bien de ambient tetrico mezclado con rock progresivo y un poco de doom metal.
Marcelo Gormaz
08/08/2014 at 09:59
He tenido ocasión de escuchar varias veces el álbum. Confirma la transición de “Heritage” que fue una gran sorpresa después del puñetazo de “Watershed”, con riffs en afinaciones más bajas del MI tradicional y uso intenso de teclas setenteras: el Mellotron.
“Pale Communion” evidencia una innovación en el espectro del Metal, porque nos hace volver a las raíces. Y cuestionarnos si ¿aguantaría la “fórmula Opeth” tres discos más cuando en el caso de su par Dream Theater ya nos ha saturado hace casi 10 años?
En conclusión, este álbum es lo más original que he escuchado en el último tiempo.
A esperar ahora apreciarlo en vinilo (viene en barco para la colección de un amigo)
Pingback: CLSK Review: Blues Pills – Blue Pills (2014), su primer LP | ChileanSkies [Noticias de Rock, Metal y Eventos]