Algo ha cambiado en nuestro país; la realización de eventos masivos sigue en una abundante crecida, con un nivel de calidad un tanto mayor a lo que podríamos haber visto hace algunos años, esto referido a la producción y a la puesta en escena de los distintos artistas internacionales que han visto a Chile como un punto estratégico en la difusión y presentación de su trabajo y, por qué no decirlo, como un nicho de negocios muy importante en sus giras.
Pues bien, con esto también se ha visto un cambio de comportamiento en el consumidor de música nacional. Las bandas tributo ya no están en el buen transito que tenían hace algunos años (¡gracias DIO!), y las agrupaciones nacionales están siendo parte de los eventos masivos más importantes, conformando el line up de escenarios que antiguamente estaban destinados a bandas extranjeras de dudoso calibre y que rellenaban los anhelos de algunos fans que por pagar precios estratosféricos se definían casi intocables, por ser bandas “subvaloradas” o “under”, dentro de una cultura musical tan inmadura como la Chilena.
Pero toda esta revitalización de la industria, que trae shows muy seguidos y que a muchos tiene en la ruina financiera, ha cambiado poco a poco el gusto que la gente tenía por eventos puramente de bandas nacionales, espectáculos que antes mantenían un circulo estable en lugares como el Oxido o el Rock y Guitarras (en el caso de Santiago), pero que ahora, cuando se cobra más de $4.000 pesos en alguna entrada, pone en juego su éxito debido al poco ánimo del público por pagar “tanto” para ver a bandas nacionales desconocidas para la gran mayoría.
Esto se puede ver claramente en la desaparición paulatina de los locales que antes alojaban a bandas tributo y que, cuando bajó su preferencia, han comenzado a realizar fiestas o eventos internacionales de bandas mucho más underground pero que de todas formas pagan sus gastos al tener al menos una masa definida de consumidores.
¿Cuál es la razón de que, teniendo mucho más alimento cultural, mucho más acceso a la música nacional e internacional, el público chileno no se interese en la música emergente?
Es razonable pensar que la falta de dinero sea la causal de esta realidad, pero también es necesario comparar la calidad de las presentaciones que se forman en el espacio nocturno del país. Mucha gente piensa que las tocatas en pubs o en los pocos espacios rockeros que quedan, se reducen a ruido y humo (bueno, humo ya no), con bandas de muy baja calidad y sin buena amplificación, metiendo en el mismo saco a grupos que si sobresalen y que sin duda merecen la atención de toda la escena nacional, al plasmar estilo y buen sonido por sobre los problemas de asistencia que tienen este tipo de shows.
Hay pocas bandas que se han hecho camino en el espacio metalero del país, volviéndose casi una exclusiva dentro de las preferencias nacionales que han revivido en estos años, como la música de autor o los singulares grupos tropicales chilenos, que representan lo más escuchado del mercado de esta larga y angosta faja de tierra, lo que no está mal, al contrario, es un buen acercamiento y sin duda representa a gran parte de la cultura musical del país. Sin embargo el rock también tiende a avanzar en estos tiempos, pero por alguna razón, eso se ve disminuido comercialmente y poco a poco se apaga, por el mal manejo de cuasi productores que se aprovechan de bandas con ganas de mostrar su trabajo, quienes se ven obligadas a pagar por tocar, con mala amplificación y llevando a su propio público para que consuman en los pocos locales que quedan.
¿Será que la falta de educación musical le está pasando la cuenta a la gente que consume música popular? ¿Será que las bandas metaleras son tan pésimas que no generan un mercado de consumo masivo o atrayente? En este tipo de cosas, no todo es blanco o negro, pero hay que mencionar que, inmediatamente, la falta apoyo suena como la respuesta más lógica, donde la vitrina tradicional se vuelca a sectores musicales distintos, quedando el metal desplazado por artistas internacionales o, simplemente más populares, maximizando una brecha de la cual ya hemos hablado.
Este año de elecciones, todas las miradas están centradas en los candidatos y los planes que estos tienen frente a las posibilidades de forjar un mejor país y avanzar por una sociedad más igual y justa, pero la evaluación curricular dentro de las medidas para una mejor educación se ven muy lejanas, ya que la mayoría del tema se centra en el acceso o el financiamiento. Lo mismo está pasando con el apoyo del Ministerio de Cultura, centrado en escuelas de rock, pero que poco interés ha mostrado por metal chileno, paradójicamente. Ni hablar del costo de un disco en este país, situación que limita inmediatamente el acceso y, por consiguiente, la difusión musical, discusión que pareciera estar completamente olvidada, pero nosotros recordamos hace un tiempo.
El gusto musical nace en la diversidad y esta misma nace desde el poder conocer muchos estilos, formas e instrumentos que, en conjunto con buenas metodologías de enseñanza musical, ya sea para aficionados o profesionales, o como método de desarrollo personal desde la niñez, permitirán forjar en Chile una oferta musical de mejor calidad y diversidad donde, por añadidura, también exista una demanda mucho más seria y consentida de lo que realmente queremos escuchar, sin importar el valor de la entrada a un evento, cualquiera sea la procedencia del artista, volcando así al público a un abanico de posibilidades donde el metal sea una opción más, en igualdad de condiciones con la nueva cumbia o rock-pop nacional. (Por lo menos ahora existe un The Metal Fest en nuestras tierras, un evento envidiable internacionalmente y más que consolidado).
Al final, todos queremos que en Chile se desarrolle y dé a conocer ese sonido que se cocina en muchas salas de ensayos y no tiene la oportunidad ni los medios para mostrarse aún, donde de seguro, hay mucho trabajo que sin duda puede sorprendernos.
Dejando la inquietud, ¿cómo apoya usted al rock y metal nacional?
Cristian Tobar
21/07/2013 at 00:28
En el culo de alguien…
Unholy
22/07/2013 at 13:32
Cuando los shows de Metal pasaron de gimnasios, galpones, canchas y teatros a bares, se fue todo a la chucha. Sumemos un público displiscente que -en su mayoría- ve los shows como un carrete más donde el copete lleva como agregado una banda en vivo, cuando debería ser totalmente al revés. Cuando vuelvan a tener verdadera hambre de ver MUSICA EN VIVO la cosa va a cambiar. Acá el público va a agarrarse minas y tomar y en el último lugar del listado queda la banda en vivo.