Fue noticia en todos lados el día de ayer; una de las tiendas más reconocidas de música en Chile, la Feria del Disco, cerró sus puertas y declaró su quiebra, algo que muchos veían venir dada la nula afluencia de público que se apreciaba los locales de FeriaMix, lugares que hace 15 años estaban atestados de gente, pero el escenario era muy distinto.
Los medios tradicionales, especialmente la televisión, se encargaron la noche de ayer de poner a la piratería y el intercambio como la principal razón de esta muerte lenta y dolorosa, justificando así la decadencia de la otrora Feria del Disco.
Nadie hace hincapié en la escasez de discos, especialmente más rebuscados, en la falta de ofertas y en los ridículos precios de la música, donde los únicos precios razonables eran aquellos que estaban en los espacios destinados a discos “descartables”, donde de vez en cuando eras capaz de encontrar una joyita, siempre y cuando, hubieras encontrado un trébol de 4 hojas antes.
Recuerdo las últimas compras de discos en la Feria del Disco de Ahumada, la más famosa y clásica, local que llegó a tener 3 niveles atestados de música de muchos estilos, cuando por allá en 1999 – 2000, una promoción de Coca Cola Light, te permitía hacer uso de descuentos de hasta un 50% sobre cualquier álbum que eligieras, lo que aterrizaba los costos de una manera espectacular.
Posterior a eso, todo fue en declive: la masificación del Mp3, y con eso el aumento del intercambio online, el iPod y la entrada al escenario de la venta de música digital, fueron uno de los últimos clavos en el ataúd. Actualmente, servicios de streaming como Spotify recién integrados a la escena nacional, terminaron por sepultar a una cadena que no supo -nunca- renovarse y adaptarse a los nuevos tiempos, sin empujar una estrategia que permitiera navegar en un mar muy distinto al que conocieron en su nacimiento por allá en 1956.
Pocos entienden la piratería como una forma de conocer música, de acercarse a nuevas bandas, lo que de cierto modo se transforma en una forma de difusión más efectiva que la radio tradicional, y culpar solo a esto es un descriterio que claramente está impuesto por fuerzas mayores.
No obstante, es necesario decir, que quien quiere consumir música en formatos físicos lo va a hacer de una u otra manera: lo hablamos hace mucho, se puede hacer una colección de discos sin morir en el intento, pero para lograr eso había quedejar de lado lugares como la Feria del Disco; la facilidad de comprar por internet a precios razonables y una simple vuelta por el Persa Bío-Bío dan fe de que la música sigue siendo un producto de consumo, más allá de sí los formatos físicos están acabados o no; no por nada el vinilo, formato que se niega a morir, ha tenido un ascenso desde el año 2008 de un 745% en Amazon, pero representando sólo el marginal 2% del total de las ventas relacionadas con música.
Sin embargo, todo lo anterior tiene un gran factor en común: en este país la música queda reservada para un reservado grupo que busca por otros medios conseguir discos a $6.000 en vez de pagar $12.000 (precio a estas alturas “normal” en la fallecida tienda) y es la política de este país la que impone un gravamen a quienes quieran “musicalizar su vida”, por decirlo de alguna manera, o simplemente acceder a un tipo de cultura que, al parecer, debe ser castigada como si generara una adicción con efectos secundarios negativos y problemas familiares.
Y por último, más allá de las ediciones pobres y poco cuidadas, grandes cadenas de supermercados se han encargado de poner en sus góndolas discos a $4.990 o menos, pero con un stock muy reducido, pero que invita al clásico deporte de buscar y encontrar un disco que no esperabas encontrar en ese lugar.
Son muchos factores, pero una visión a futuro adecuada en momentos clave habría sido la forma de salvar una tienda (y por ende una marca) que en su momento tuvo a Michael Jackson caminando por sus pasillos y un sinnúmero de lanzamientos oficiales en el Paseo Ahumada, cuando estaba amparada bajo el alero de grandes sellos discográficos. Ahora ni ellos tienen tanto poder.
Por el momento, sólo esperamos la venta de bodega.
Sebastián
29/01/2014 at 19:45
Soi feliz porque el último disco que compré fue el Ten a 4 lucas 😀 grande PJ!!!
Jorge López
29/01/2014 at 22:22
Mientras FeriaMix estaba vacía (de público y de buenos discos), grandes disquerías independientes como Sonar del paseo las palmas (o cualquiera del sector Lyon/Providencia) siempre tienen novedades, y muchas veces están llenas de melómanos felices porque no sólo han encontrado lo que buscaban, sino que también lo que no!
Jorge m/
30/01/2014 at 11:21
Muy de acuerdo con esta columna… y tal como dicen algunos comentarios, el vender ediciones sudamericanas a precio de ediciones europeas también los perjudicó (ya que al final un buen precio es lo único que los podría haber diferenciado con competencia que hacían las disquerías especializadas)… igual hay que reconocer que a veces algunos íbamos para pegarnos algún rajazo y esto sucedía, pero obviamente fueron las menos veces
Jorge m/
30/01/2014 at 11:22
y siempre recordaré con mucho cariño cuando en 1996 encontré el cassette de Mad Season a $500 en un canasto xD