El próximo 20 de noviembre se cumplirán siete años desde que la ley que fija los porcentajes mínimos de emisión de música nacional y folklórica en la radiodifusión chilena entró al Senado para ser estudiada y debatida. Si bien aún no se ha tomado la decisión final, creemos pertinente poner el tema nuevamente sobre la mesa para mirarlo desde todas las aristas posibles.
La Sociedad Chilena del Derecho de Autor (SCD) es quien envió la moción al Senado, motivados por una aparente pérdida de vigencia por parte de la música nacional “debido a la falta de exposición de su obra en los medios de comunicación masiva, en particular los radiales”. La idea detrás de esto es fomentar la actividad laboral del campo artístico chileno, ya que las emisoras deberán pagar por los derechos respectivos y, a su vez, los músicos aumentarán su público, lo que se traduce en un mayor número de ventas por discos y conciertos.
Con lo anterior, se subentiende que la radio es el máximo catalizador que permite la popularización del artista, lo que hasta cierto punto es inequívoco porque en la mayoría de los hogares/negocios/vehículos hay una radio y la probabilidad de oírla es mayor por sobre los demás medios, más allá de que muchas veces no cumpla su función. pero al parecer dejan entrever que se están limitando a sólo un tipo de difusión: ¿Dónde han dejado los demás espacios en los que la música se puede expresar?, ¿qué ha ocurrido con las formulas básicas de masificación a las que recurre todo mortal al momento de emprender?, ¿no será mejor hacerse un mea culpa como artista y ser capaz de ganarse un espacio en vez de exigirlo?
Por otra parte está la opinión de la Asociación de Radiodifusores de Chile (ARCHI) que desde que entró en discusión esta propuesta, ha sido detractora de ella. Si bien reconocen la necesidad del vínculo entre artista y emisora, creen que el problema está en que “la música chilena hay que fomentarla y difundirla, no imponerla”. Al ser los principales afectados, se sienten en la libertad de decir que esta medida vendría a alterar la fiel audiencia porque la diversidad programática de algunos géneros se verá obligada a ampliar su espectro, lo que podría no ser del agrado de sus auditores. En otras palabras, también la quieren fácil.
Muchos juzgan a las radiodifusoras porque de todas maneras ellas son las que tienen el control de lo que se transmite y lo que no. Si bien la libertad de expresión se ve manipulada desde el momento en que se prende la radio y selecciona un dial porque todos sabemos que ya viene programada bajo la elección editorial de cada una de ellas; la diferencia está en que cada radio tiene un público objetivo en torno a un estilo musical y el porcentaje de música chilena que emiten depende del formato y de la disponibilidad que exista para cada estilo.
También ponen en la palestra el “¿qué entendemos por música chilena?”, ya que la ley dice que es toda expresión musical que sea creada, interpretada o ejecutada por chilenos; eso incluiría música en otros idiomas e incluso covers de bandas ya consolidadas. Esta misma descripción atenta contra la idea de difundir y apoyar a los artistas emergentes dentro de un contexto donde el más fuerte siempre sigue fortaleciéndose. Este vacío sigue haciendo ruido hasta el día de hoy porque se supone que las leyes no deben permitir este tipo de malentendidos, o peor aún, quizás esto es lo que en realidad quieren entender por música chilena, lo que sería una gran decepción.
Más allá de los ya citados actores principales de esta discusión, también se pone en jaque el rol del mercado dentro de la creatividad. Es posible que suceda lo peor: por el mero afán de generar un negocio más fluido y fructífero, los músicos se vean tentados en componer música bajo una fórmula que ya se sabe efectiva. Entonces es legítimo preguntarse ¿cómo mantener a la creatividad salvaguardada?, quizás no quede más que creer en ella a ojos cerrados y pensar que el artista será firme en sus convicciones, pero todos sabemos que esto es oferta/demanda y lamentablemente el gusto popular podría ir abarcando cada vez más aquellos rincones de la música que no gozan de gloria y fama, pero que de todas formas tienen su firme fanaticada.
Sinceramente sería un sueño poder pensar que será distinto el escenario, que la música chilena se verá favorecida y que cada género encontrará un lugar más amplio de radioescuchas-fans-espectadores, que habrá un auge de productividad y que los sellos serán flexibles a la hora de trabajar con sus artistas. Quizás la SCD debe replantearse el hecho de obligar a todos los radioescuchas a consumir música chilena y ver otras alternativas de difusión para así no generar conflicto ni quebrantar el estrecho vínculo que debe existir entre la radio y el músico; por su parte, la ARCHI podría colaborar en la reestructuración de un plan de fomento que sea más justo para todos, que realmente venga a favorecer a los artistas emergentes y consolidados por igual y, por ultimo, decirles a ambos “protagonistas” que en estos tiempos es muy fácil escuchar “radio” a la pinta de uno, así que tampoco deberían cerrarse tanto entre sí.
Este proyecto de ley está actualmente bajo observación en el Senado y con la ineficacia que los caracteriza, tiene para mucho rato ahí, dando pie a varias discusiones y dudas en torno a este tema. Queremos darte el espacio para que comentes, compartas y critiques al respecto.
¿Qué crees que pasaría con el rock y metal nacional si se aprobara esta ley?, ¿habría un auge de bandas emergentes en relación al estado actual de la escena?, ¿eres un radioescucha o prefieres otro medio para conocer y reproducir música?