El recién pasado 31 de marzo, se aprobó en la Cámara de Diputados la modificación a la actual Ley de Fomento a la Música Chilena, estableciendo distintos requisitos para los conciertos masivos que se lleven a cabo en nuestro país. Uno de los temas que plantea la nueva ley, tiene relación con la apertura de dichos shows, ya que se busca impulsar la industria nacional mediante la inclusión de teloneros chilenos dentro de eventos internacionales.
Los requisitos que las productoras deberán cumplir, si es que no quieren pagar una multa de 50 – 100 UTM ($2.160.000 – $4.320.000 aproximadamente), son los siguientes:
1.- Habilitar un sector preferencial para quienes tengan discapacidad auditiva y/o movilidad reducida (algo tan obvio y natural, pero que lamentablemente necesita estar en la ley para que sea obligatorio).
2.- Responsabilizarse por el orden y aseo posterior al show.
3.- Preventa especial no superior al 50% del total de entradas.
4.- Los eventos musicales masivos de artistas extranjeros acogidos al beneficio de la exención de IVA, deberán contemplar la participación de al menos un telonero chileno.
Antes de continuar, hay que tener claro que según la ley, se entiende como evento masivo todo aquel concierto que congregue a más de 3.000 personas, quedando fuera de esta definición los actos financiados por municipalidades. Para que nos hagamos una idea, el Teatro Caupolicán tiene una capacidad máxima de 4.500 individuos y hasta 5.000 si nos hacinan un poco.
Ahora bien, surgen pequeñas dudas con respecto a este tipo de iniciativas legislativas, las que siempre son bienvenidas porque de alguna u otra manera sirven para dar exclusiva cabida a la música chilena en un lugar que antes no le pertenecía. Es problema está en que ojalá todo esté claramente estipulado para que no se generan vacíos legales que, a la larga, sólo nos llevarán a un panorama sucio y poco transparente.
Lo ideal sería que no se beneficiaran los mismos de siempre, ya que ellos cuentan con su respectivo público y difusión. Si bien esto no ayuda directamente el bolsillo del artista, lo que en realidad entrega es intangible, poder vivir la experiencia de lo que significa tocar en un evento de tal magnitud y cómo preparar un show para dicho público, lo que desde ya sería un impulso en la calidad de los espectáculos nacionales.
Sabemos que en Chile hay excelentes bandas que viven en el subsuelo de la escena musical nacional y que tendrían una real oportunidad de despegar al enfrentarse a un gran escenario, pero nadie habla de si la producción se preocupará de darles los equipos y el soporte necesario para sonar bien y quedar a la altura del show principal. Tenemos por seguro que nadie tomará en cuenta a los teloneros si suenan penosamente “por problemas técnicos”.
Por otra parte, de poco sirve subirse como antesala de un espectáculo si el público seguirá llegando 5 minutos antes de que empiece el show, o 10 minutos más tarde en el caso de espectáculos con asientos numerados. Pero eso es tema para otra discusión.
Lo que entra en duda es si acaso las productoras cargarán esos gastos extras en el valor de nuestras entradas, que ya sabemos que son caras. Pensemos que eso no ocurrirá y que podremos disfrutar de un buen show, ya que más que mal, en algunos casos, cumplir con los requisitos les disminuirá los impuestos a quienes organizan el evento. De todas maneras, si las proyecciones no se cumplen, como en todo negocio, el inversionista intentará resguardarse, por lo que el valor de los boletos puede verse afectado igualmente.
Esperemos que esta modificación no deje abierta la puerta para que las productoras proyecten una asistencia de público de 2.999 personas, evitando así todo lo que implica incorporar una banda de soporte. Estamos en Chile y panoramas de ese tipo tienen que ponerse en la palestra.
En ese mismo orden de ideas, la duración del show y la trayectoria mínima del telonero también deberían considerarse, ya que no queremos pensar que alguna productora pondrá a tocar a una aparecida banda formada por los miembros del staff por 10 minutos y así se ahorran el IVA. ¿No les suena el dicho “Hecha la ley, hecha la trampa”?.
Sigue quedando pendiente la deuda que verdaderamente necesita la música más independiente y sin público masivo en nuestro país, una buena estrategia que ayude a la difusión o financiamiento de sus trabajos. Comenzar un proyecto que compite inmediatamente con otras grandes empresas y sellos musicales es sumamente difícil; la idea es apoyar y no subsanar a medias, si no, quedamos exactamente en el mismo lugar.
Si bien es un buen primer paso que abrirá las puertas de los grandes recintos de nuestro país a artistas nacionales que sin este empujón, les llevaría más tiempo llegar hasta ahí. Obligar nunca es bueno, pero de a poco se irá adquiriendo una mejor cultura y respeto con los grupos teloneros, que a veces se ven disminuidos frente a una gran banda, pero no por mérito sino por la falta de fervor y/o interés por parte del público.
Veamos qué pasa cuando esto llegue donde nuestros honorables senadores.
¿Y ustedes que opinan al respecto? ¿Tiene sentido esta modificación a la ley?
Frankonstein
16/04/2015 at 22:17
Quienes serán los genios detrás de esta ley?
Por que tengo que pagar por ver a una banda que no quiero ver ?
En Brasil por ejemplo existe una ley que se llama “meia entrada”, donde un porcentaje de las entradas se venden al 50% para los estudiantes, en todos los eventos.
Eso deberían discutir y no leyes weonas.